jueves, 23 de noviembre de 2017

 Los primeros mapas de América han constituido desde hace tiempo un enigma para los investigadores, quienes no pudieron explicar satisfactoriamente porqué ellos muestran tierras que no estaban descubiertas en la época en que estos mapas fueron hechos. Dichos enigmas han sido analizados hasta ahora de manera aislada, sin sospechar que pudiesen estar relacionados unos con otros.

    Sin embargo, cuando hace pocos años descubrí un nuevo enigma (la presencia de los grandes ríos incógnitos de América en una carta portulana anónima de 1527), comprendí que podía relacionarse con otros misterios cartográficos, señalados por varios autores en los mapas de Nicolás Caverio y el anónimo “Cantino” (ambos de 1502), así como en el planisferio de Martín Waldseemüller fechado en 1507.

   Yo estaba en la posición de quien descubre una pieza perdida de un rompecabezas, y se dedica a encontrar las demás piezas, desechadas tiempo atrás por personas que no podían imaginar sus respectivas funciones; al ensamblar las piezas viejas con las nuevas, quedé sorprendido por la magnitud del diseño resultante. En efecto, las representaciones prematuras de la geografía americana patentes en dichos mapas pueden organizarse en una figura coherente, que cubre vastas regiones de las tres Américas, no exploradas aún por ningún navegante conocido.

   Era necesario probar que todas las representaciones tenían su origen en un único prototipo, y mi conclusión es que dicho prototipo es precolombino. Voy a presentar ahora la evidencia al lector: primero haré un análisis cartográfico, y luego pasaré a los testimonios históricos.

                                


 Mapa de Caverio con el diseño de la costa este norteamericana y el golfo de México, no explorados por ningún navegante europeo. Circa 1502


   El mapa de Nicolás Caverio muestra la costa de los actuales Estados Unidos con sus principales estuarios y bahías, la península de Florida, el Golfo de México, Yucatán y Honduras, todo muy bien dibujado. 

Pero no se sabe de ningún navegante que haya explorado dichas regiones, por lo cual se han propuesto diversas hipótesis para explicar tamaña incongruencia, ninguna de las cuales resulta satisfactoria:

1) Que la costa representada no es Norteamérica, sino Asia, o una “duplicación” de Cuba. La falacia aquí es evidente, pues se distingue claramente el delta del Mississipi, correctamente localizado en medio del Golfo de México, así como –yendo hacia el este- la bahía de Nueva Orleáns, la de Mobile, el gancho del cabo San Blas dibujado con sorprendente precisión, la bahía Apalache, y los puertos de Tampa y Charlotte. Luego, yendo hacia el norte desde la Florida, está la boca del río Saint John’s, el río Savannah, el estrecho de Pamlico, el cabo Hatteras, y una amplia abertura: la bahía de Chesapeake. La costa alcanza hasta los 42 grados de latitud Norte.

  El diseño de Norteamérica es correcto, tanto en su aspecto general  como en sus detalles; es por lo tanto absurdo suponer que una representación tan precisa y detallada de esta región pueda ser el resultado de un equivocado intento por dibujar Asia, o una hipotética segunda Cuba. 

  Es útil comparar aquí con el boceto dibujado por Bartolomé Colón, el cual sí muestra Asia al oeste de las Antillas: en esa costa asiática no se encuentran el Yucatán y Honduras, ni la boca del Mississipi, ni la península de Florida; en cambio, hay un cabo romo copiado del que dibujó en su globo Martín de Bohemia al extremo de Asia.

    2) Que Caverio estaba por cierto dibujando Norteamérica, la cual habría sido descubierta por Américo Vespucio en un supuesto viaje de 1497. Pero no hay documentación que avale la existencia de tal viaje; más aún, la costa norteamericana en el mapa de Caverio presenta topónimos tomados del diario de viaje de Colón, como ha demostrado George Nunn. La atribución de este descubrimiento a Vespucio debe pues ser descartada.   


   El lector se preguntará entonces ¿fue Colón quien exploró la costa este norteamericana y el golfo de México? Por cierto, Colón nunca vio esas costas. Entonces, ¿cómo se explica que Caverio haya incluido en su mapa de lo que es evidentemente Norteamérica, topónimos usados por Colón en su descripción de Cuba? Aquí sospechamos que Caverio copió Norteamérica de un prototipo sin topónimos, y creyendo que era la Tierra Firme de Cuba mencionada por Colón, aplicó a esa masa continental los nombres que el Almirante usó en su descripción de Cuba. Lógicamente, la isla de Cuba quedó vacía de topónimos, y mismo no podía llamarse Cuba para él; por cierto, Caverio se refiere a esta isla como “Isabella”, nombre con el cual Colón bautizó a una pequeña isleta durante su primer viaje. Los cayos del golfo de Batabanó, frente a Cuba, sufrieron el mismo destino que los topónimos cubanos: Caverio los trasladó al Golfo de México y Norteamérica, respectivamente.

   Así, somos llevados a la conclusión de que Caverio debió su notable acierto en la representación de la costa este norteamericana y el Golfo de México –por entonces no exploradas por ningún navegante europeo conocido- a un mapa prototipo incógnito; el diario de Colón proveyó la toponimia a una parte de estas regiones.


  La cartografía americana nos ofrece más evidencias de un prototipo secreto: el famoso mapa de Martín Waldseemüller, publicado en 1507. En él puede verse el océano Pacífico Norte, seis años antes de su descubrimiento por Vasco Núñez de Balboa en 1513. Hasta entonces se creyó que había un solo océano entre Europa y Asia: el Atlántico. El istmo de Veragua, en Centroamérica, separaba el Atlántico y el Indico para Colón, según puede verse en los bocetos de su hermano Bartolomé.

   Sin embargo, Waldseemüller presenta el océano Pacífico separando Asia de América, lo cual representa un notable avance con respecto a las concepciones de los grandes navegantes de la época. Su mapa nos depara una sorpresa aún mayor: en él aparece la forma general de América Central, afinándose progresivamente desde México –¡no visto todavía por ningún europeo!- hasta Panamá; esto no lo conocía nadie en su tiempo. También dibuja América del Sur mejor que sus contemporáneos, quienes no tenían idea de su extensión este-oeste.



Mapa de Waldseemuller mostrando la costa este de Norteamérica, la Florida, el golfo de México, Yucatán y Honduras, todo ello desconocido aún para los europeos. 1507


El cartógrafo alemán diseñó este mapa de acuerdo a un boceto enviado por Américo Vespucio, como demuestra el título de su obra: “Universalis cosmographia secundum Ptolemaei traditionem et Americi Vespuccii aliorumque lustrationes”.

   Al parecer, Vespucio envió una copia abocetada del prototipo, sin geografía interior, posiblemente porque esta información superficial fue todo cuanto pudo obtener en Lisboa. Tal vez Vespucio, como extranjero, no tenía acceso a información sobre la geografía interior de tierras pertenecientes a España. Lo que vio fue suficiente, sin embargo, para comprender que el Nuevo Mundo era un continente independiente, separado de Asia por un océano.

   Esta revelación, hábilmente omitida en los mapas de Caverio y “Cantino”, fue difundida por Vespucio en sus cartas, viéndose reflejada en el planisferio de Waldseemüller.


   Poco a poco el prototipo va emergiendo, pero hasta ahora han sido mostrados solamente contornos externos; la geografía interior permanece oculta, esperando a que alguien la ilumine en un mapa de Indias que permanece en tinieblas.

   Aquí arribo a mi propio descubrimiento cartográfico. Un planisferio anónimo publicado por los cartógrafos reales de España en 1527, actualmente en la Biblioteca Ducal de Weimar, muestra los principales ríos del continente americano, incluyendo el Paraná, el Paraguay y el Bermejo, así como el Amazonas completo con sus principales afluentes: Madeira, Branco, Madre de Dios, Mamoré y Purús, años antes de que ellos fuesen explorados por los españoles. Los primeros informes de Gaboto sobre el Paraná llegaron a España en octubre de 1528, y los demás ríos fueron navegados mucho después. 


Mapa de Diego Ribero que muestra los ríos incógnitos de Sudamérica. 1527


   En Norteamérica, un largo río sin identificar desciende hasta la bahía de Chesapeake. A primera vista, el diseño parece inexplicable, pues ningún río de similares características desemboca en dicha bahía. Sin embargo, la orientación norte-sur del río, su extensión, y sus dos grandes afluentes sugieren vívidamente al río Mississipi, con sus grandes tributarios Ohio y Missouri. Tres ríos al oeste de esta cuenca podrían representar a los ríos Pánuco, Presas y Río Grande del Norte. Puesto que la costa de Norteamérica en este planisferio se curva exageradamente hacia el este, es posible que el cartógrafo –Diego Ribero- tomó equivocadamente esta sección de la costa por un segundo golfo de México, situando erróneamente los ríos allí. Podemos suponer que Ribero copió los ríos de un prototipo sin topónimos, de origen portugués, de ahí su error, ante la ausencia de datos de un marino que haya navegado la región (los ríos carecen de nombre).

   El origen portugués del prototipo copiado por los cartógrafos reales de España queda demostrado en la toponimia del río Paraná; en el mapa de 1527 se lo llama “Jordam”, nombre impuesto por los portugueses a un pequeño río al norte de Río de Janeiro, el cual aparece desplazado a 32° sur en el mapa de Caverio. Los españoles, confundidos por la latitud, creyeron que la bahía representada era el estuario del Río de la Plata, razón por la cual llamaron “Jordam” al río representado en el prototipo de origen portugués. Claramente, el mapa no corresponde a la navegación de un marino español, pues los cartógrafos no hubiesen atribuido al Paraná un nombre portugués correspondiente a un río menor del Brasil. Lo hubiesen llamado Paraná (nombre indio), o le hubiesen impuesto un nombre español, como hicieron después.

   El mapa de Ribero también muestra una serie de cadenas montañosas, que nosotros identificamos como la precordillera amazónica llamada “La Montaña”, y más al sur, la cordillera central argentino-boliviana, continuando a través de la Sierra de Ancasti hasta las sierras de Córdoba y San Luis, así como los montes del Chaco boreal y la Sierra de Maracajú, en Matto Grosso do Sul. Así como en el caso del los ríos, la representación es selectiva, como si hubiesen querido mostrar ciertas vías navegables y las montañas a las cuales llevan esos ríos, con exclusión de todo otro accidente geográfico, por más importante que sea.

   Comparando el mapa de Weimar (1527) con otros producidos por los cartógrafos reales de España en el mismo período, se hace evidente que su hidrografía y su orografía son apócrifas. El mapa español conocido como “Planisferio Salviati” de 1527, producido por el mismo equipo de cartógrafos, no muestra ninguno de esos ríos y montañas.



Mapa de Ribero que oculta los ríos incógnitos. 1527


Otro mapa de la serie del Padrón Real, producido por Diego Ribero en 1529, no muestra el Amazonas ni el río boreal que nosotros suponemos es el Mississipi, y en lugar del diseño apócrifo del Paraná, presenta una vista diferente de esta cuenca hidrográfica, de acuerdo con la información traída por un barco de Sebastián Gaboto recientemente retornado a Sevilla. Por cierto, aquí el río (llamado “Jordam” en el mapa de 1527) se denomina “Gran Río de Paraná”, y se explica que “ahora está allí Sebastián Gaboto, y ha construido una fortaleza…”

   Parece ser pues que la representación de los grandes ríos americanos en el mapa de Weimar es producto de una información apócrifa de origen portugués. Pero hemos visto que los mapas de Caverio y Waldseemüller, los cuales también muestran regiones geográficas no conocidas en su tiempo, fueron copiados asimismo de un prototipo portugués. Así, es posible concluir que los diferentes elementos apócrifos presentes en dichos mapas derivan del mismo prototipo americano que estaba en las manos del rey de Portugal antes de 1502.


   Esta conclusión es confirmada por documentos referidos a un mapa precolombino de América. El primero de dichos documentos es la carta escrita en el año 1500 por Mestre Joao, astrónomo de la flota de Cabral, desde la costa del Brasil, y dirigida al rey de Portugal:

“En cuanto al sitio de esta tierra, mande traer Su Alteza un mapamundi que tiene Pero Vaaz Bisagudo, y en él podrá ver Vuestra Alteza el sitio de esta tierra, si bien aquel mapamundi no certifica esta tierra ser habitada, o no: es mapamundi antiguo…”

   Este documento, de autenticidad incuestionable, se conserva en el Archivo Nacional de la Torre de Tombo, en Portugal; no se trata de un comentario gratuito, sino que se dirige al rey de Portugal en la ocasión solemne de tomar posesión del Brasil en su nombre. No puede sostenerse que un mapa hecho después de 1492 fuese llamado “antiguo” por Mestre Joao apenas siete u ocho años más tarde; además, ningún marino conocido había relevado la costa americana tan al sur como la flota de Cabral (16° 9’ sur).

    Así, tenemos aquí una mención explícita a un mapa precolombino de América. Apenas dos años después de esta carta, los mapas de Caverio y “Cantino” muestran regiones desconocidas de la geografía americana; parece evidente que las copiaron del mapamundi antiguo entregado por Vaaz Bisagudo al rey.

   Con respecto a la ruta seguida por una copia abocetada del prototipo desde Lisboa al Gimnasio Vosguense, donde trabajaba Waldseemüller, ya hemos visto que el cartógrafo alemán expresó en el título de su trabajo que había copiado el Nuevo Mundo de una ilustración de Vespucio. Parece que el boceto acompañaba la versión francesa de la Lettera a Pier Soderini, la cual Vespucio había enviado desde Lisboa a René de Lorena, patrón de Waldseemüller, en 1505. Así, ambos mapas, el de Caverio y el de Waldseemüller, parecen haber sido copiados de un mapa americano prototipo que se guardaba en Lisboa.

   Aún resta mostrar quién llevó un fascímil del prototipo americano a España: en 1524 el cartógrafo portugués Jorge Reinel recibió 30.000 reales del emperador Carlos V, muy probablemente como pago por información referida al prototipo americano; apenas dos años y medio después, los españoles produjeron el mapa de 1527, mostrando los grandes ríos americanos no descubiertos aún, uno de ellos con nombre portugués.

   Tenemos así tres series de mapas americanos que muestran regiones geográficas no exploradas aún por marinos europeos:

  1. La serie portuguesa aparecida hacia 1502 (Caverio y “Cantino”)

  1. La serie alemana de Waldseemüller, iniciada en 1507.

  1. La serie española comenzada con el mapa de Weimar de 1527.

   Inmediatamente antes de la publicación de cada una de estas series de mapas, surgió información de una fuente en Lisboa; los sabemos por la carta de Mestre Joao fechada en 1500, la Lettera de Vespucio de 1505, y el pago a Jorge Reinel en 1524. Parece evidente que dicha fuente de información es el “mapamundi antiguo” entregado al rey de Portugal por el capitán Pero Vaaz da Cunha, apodado “O Bisagudo” en el año 1500.


  He intentado una reconstrucción este mapa prototipo de América, a partir de los elementos aquí analizados. Parece haber excluido el litoral Pacífico americano y la cordillera de los Andes, y terminado a 40° sur. Pero es una vasta y detallada representación de vastas regiones de América, y  poca duda cabe de que corresponde a viajes desconocidos anteriores a Colón.  

                                     



     Reconstrucción del mapa precolombino de América entregado por Pedro Vaaz da Cunha, “O Bisagudo”, al rey de Portugal en el año 1500, y copiado después por Caverio, Waldseemuller y Ribero.


Es imposible que entre 1492 y 1500 hubiese varias expediciones oceánicas de envergadura que permitiesen explorar la costa atlántica americana entre los 42° y los 40° sur, los grandes ríos con sus principales afluentes, el océano Pacífico, el interior de México y Sudamérica hasta el pie de los Andes, sin que el mundo se enterase de ello, especialmente desde que los ojos de Europa estaban puestos en la empresa transatlántica tras el viaje de Colón. Cuando combinamos esto con la evidencia del “mapamundi antiguo” visto por Mestre Joao en 1500, debemos reconocer que existió un prototipo precolombino.

   No es aquí el lugar para repetir mis argumentos en forma extensa; sólo deseo señalar los archivos de la portuguesa Orden de Cristo, cuya tradición era muy antigua, y pudo incluir referencias a navegaciones antiguas y medievales. Los navegantes portugueses estaban afiliados casi todos a esta Orden; Enrique el Navegante fue su Gran Maestre, y Vasco da Gama uno de sus Caballeros. Es muy probable que Pero Vaaz da Cunha, en cuya posesión se encontraba el “mapamundi antiguo”, fuese también un Caballero de Cristo. Tal vez en los últimos años del siglo XV él encontró el prototipo en los Archivos de la Orden de Cristo. Al respecto, es significativo que una copia abocetada del mismo fuese enviada a René, duque de Lorena, patrón de Waldseemüller y miembro de una casa tradicionalmente aliada con la Orden de Cristo.

   Sea cual fuere la verdad acerca de sus orígenes, parece evidente que hubo en efecto un mapa precolombino de América en Portugal, y que dicho mapa influenció no sólo los primeros mapas portugueses del Nuevo Mundo, sino también el planisferio de Waldseemüller y el Padrón Real español. Este mapa reveló a Américo Vespucio que el Nuevo Mundo era un continente separado del Asia, y le reportó la gloria de bautizar América con su propio nombre.


NOTA: A quien interese profundizar en este tema, encontrará un desarrollo histórico sobre el origen de este mapa en mi libro Descubrimiento en el mar de papel. Autor: Demetrio Charalambous. Buenos Aires, 1995. Reproducciones a color de los primeros mapas de América. Agotado en librerías, sólo puede adquirirse por pedido vía mail. Contacto: demetriocharalambous@hotmail.com